Ayer recordaba cuando en vacaciones, estando en casa de mi abuela, arreglaba junto a mi papá una tubería en mal estado en el patio de la casa. Debo confesarles que para trabajos manuales y de esfuerzo físico soy un poquito descuidado. O sea soy no me gusta y punto. Ya les expliqué que no me gusta mucho ensuciarme las manos, así que mover piedras, tirar lampa y levantar ladrillos no iba conmigo.
En uno de mis varios descansos, mientras me lavaba las manos y mi papá seguía con la tubería, mi tía se acercó para hablar. Me empezó a contar que desde pequeño siempre había sido así, interesado en los trabajos de la casa. ‘Dicen que con lo que juegas de pequeño, trabajas de grande. Tu papá siempre jugaba con cables y tornillos. Por eso terminó estudiando Electrónica y Mecánica. Yo, por ejemplo, hacía mezclas en la cocina buscando por qué funcionan las cosas y terminé estudiando Química. Y tú ¿con qué jugabas de chiquito?’
¿Yo? ¿Con qué jugaba de chiquito? No sabía qué responder. No se me venía nada a la mente. Además ¿cómo va a ser cierto eso de que con lo que juegas de chiquito terminas trabajando de grande? ¿Y si no jugabas nada, no serías nada? ¿Si jugabas con muñecas terminabas de ama de casa o con soldados de militar? ‘Pues no sé, con carritos y robots, como todos los niños’ dije después de pensarla un rato. ‘¿Pero qué hacías con ellos?’ replicó mi tía. ‘Yo.. yo.. yo les creaba historias’ respondí.
Y era cierto. Recuerdo jugar con mis muñecos de Los Caballeros del Zodiaco en el techo de mi casa, donde el piso de cemento, las paredes de ladrillo y los restos de materiales de construcción se convertían en el escenario perfecto para nuevas batallas más allá de los capítulos de la serie. O formar mis soldaditos en las vastas llanuras del suelo, donde una colina de arena gruesa se erigía amenazante repleta de enemigos que acababan de atravesar las peligrosas arenas movedizas de la arena fina.
Y a partir de allí, crear la historia de una cruenta batalla con diálogos entre generales y soldados. De ataques y retiradas. De héroes y mal heridos. Agacharme y mirar con un solo ojo, para buscar la pose o la toma más cinematográfica de la pelea entre Aioria de Leo y Shiryu de Dragón. Poner en marcha el capítulo planeado en el colegio, de Tor, mi propio superhéroe, hecho con piezas de Playgo, en el que, con sus dos rueditas características, recorría la ciudad para salvar a los muñequitos en peligro.
Eso es lo que me gusta hacer. Crear historias. Nuevas a partir de la nada sobre algo y desarrollarla larga y sin fin, o corta con un final inesperado, o ninguna de las dos, sino todo lo contrario. Historias de aquellos tiempos, que aún aparecen de vez en cuando, en momentos de aburrición o descanso, para seguir creciendo, cambiando y girando como la primera vez que ocurrieron. Dando vueltas y vueltas todas las noches en mi mente, buscando nuevos personajes, nuevas aventuras, nuevos desarrollos.
Y ustedes ¿con qué jugaban de chiquitos?